sábado, 24 de marzo de 2012

Restaurante La Campana: Resonando en el corazón

Bello Horizonte es, en mi opinión, la Nueva York de Managua, no por los enormes rascacielos, si no por la diversidad cultural que merodea en el vecindario, producto de las migraciones desde otros departamentos a la capital. Aquí encontramos muchos establecimientos costeños que nos regalan ese sabor caribeño que por ley los nicaragüenses deberíamos conocer y amar. Existen muchos lugares para desayunar, poco conocidos, pero bien tradicionales, así como restaurantes mexicanos, grandes franquicias internacionales y uno que otro restaurante campestre, de esos que nos  invitan a quedarnos “agarrando el fresco”. Uno de estos, La Campana, de la rotonda 50 mts al norte, se ha quedado sonando en mi cabeza y haciendo eco en mi corazón.

Es raro encontrar en Managua un restaurante tan grande como este, diseñado para fines de semana en familia, para dejar el estrés de la semana en la oficina y despreocuparse hasta del carro, pues posee parqueo interno, seguro y bien vigilado. A pesar del tamaño, el servicio es quizás, el mejor que he visto en el país. Las recomendaciones de los meseros se basan en un conocimiento amplio de su menú y en la forma en que se prepara, y su atención va mas allá de simplemente tomar la orden y llevar la bandeja, pues al verme peleando con un elegante y poco funcional salero, éste fue reemplazado por uno menos elegante y más práctico sin siquiera hacer ademán de pedirlo.
Ordenamos un Churrasco Campana y Filete tacón alto. En ambos la carne estaba tierna y jugosa. El churrasco, ligeramente ácido y aromatizado por el carbón, que se dejó integrar como si fuese un ingrediente más en esa rapsodia de sabores, fue lo mejor de la selección. El filete tacón alto, a pesar de no ser carne de exportación, como el churrasco, estaba exquisito. Un corte grueso cargado de jugos, aroma y color, virtudes que despiertan mis básicos instintos y reafirman mi condición de carnívoro. Ambos venían acompañados con papas, ensalada y arroz, mismo que estaba recocido y simple, y una salsa a base de maicena, hongos y caldo de res, que lamentablemente se les ahumó. Pero en honor a la verdad estos reveses no hacen mella en lo mucho que disfruté mi almuerzo en La Campana, pues reitero, la carne por sí sola logró ponerme en contacto con el ser primitivo que llevo dentro de mí.
Me encanta cuando un restaurante incluye dentro de sus postres aquellos dulces que conocemos desde la infancia, asi que escogí los buñuelos, mismos casi pesan como un almuerzo, calientitos, tiernos por dentro, crujientes por fuera… exquisitos.

Para cerrar y quedarme agarrando el fresco, me recliné en mi silla disfrutando de mucho cuerpo, sabor y aroma, 18 años de placer absoluto encerrados en un vaso, Ron Flor de Caña Centenario, disfrutándolo como debe ser, sin prisa, el broche de oro para una tarde de descanso bien merecida.

Balance Financiero: Dos platos fuertes, dos bebidas, dos postres C$ 850

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