jueves, 18 de agosto de 2011

The Diner: Como en otro País

Una época de mucha prosperidad económica en los Estados Unidos, pero también de marcadas desigualdades sociales, fue la década de los 50´s. Se comercializaba la imagen de la familia perfecta, el marido trabajador, la mujer ama de casa, pero también había diferencias raciales, maltrato a inmigrantes y minorías étnicas, intolerancia religiosa etc. Era una sociedad donde los límites estaban bien definidos y no había lugar para traspasarlos, aunque no hubiese nadie que formalmente te lo impidiera.


Esa sensación de estar donde no perteneces fue lo que percibí en el restaurante The Diner, en el km 9 y ½ de la carretera sur. La decoración, similar a una cafetería de la época dorada americana, con los meseros vestidos acordes a la misma: Un sillón automóvil que le perteneció a Somoza y música de Chuck Berry y los Beatles en la roconola, me hicieron pensar que estaba en una escena de “Pulp Fiction” o de “Los Años Maravillos”.



El menú es sencillo pero en inglés, con una minúscula traducción al español. Estamos claros que nadie en Nicaragua pide un perro caliente, se pide un hot dog, pero de ahí a que la descripción de los platillos, los precios y otros comentarios sean completamente en inglés, me indican que The Diner apunta a un segmento de mercado diferente.


Ordené una Hamburguesa con hongos y tocino, viene acompañada de Papas western y pepinillo. La calidad de la hamburguesa no se discute. El pan es ciabatta super fresco y la carne, recien molida y cocinada a la parrilla, lo que le dio un sabor muy particular, ya que estaba dorada por fuera, tierna por dentro. Lo bueno de cocinar a la parrilla es que te permite sellar la carne y conservar sus jugos. El bacón (tocino), dorado y crujiente, y unos hongos, también de primera, llevaron balance a los sabores, y, si a ratos mordías el pepinillo encurtido, la combinación dejaba de ser buena, para convertirse en exquisita. Los vegetales estaban muy frescos, sin marcas de refrigeración excesiva. Todo se conjugaba perfectamente bien para crear una suculenta hamburguesa.


La atención está a la altura; el ojo vigilante de los dueños hace que el servicio sea esmerado, rápido y eficiente.


Balance financiero: una hamburguesa, una malteada y una coca cola C$ 320.00, un precio ligeramente alto si comparamos con otros restaurantes que ofrecen una calidad y un producto similar.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Restaurante Campestre El Oasis: Con Sabor a Bautizo de Pueblo.

Hoy en día los restaurantes de moda son de comida española, italiana, china, mexicana, argentina, en fin, un mapamundi de opciones culinarias, que se esmeran en servicio, presentación y calidad. Pero hubo una época donde los restaurantes campestres, aquellos de la cocina típica Nicaragüense en donde el asado venía con naranja agria y no con salsa BBQ, eran el último grito de la moda.
Restaurante El Oasis, del km 11 ½ carretera a Masaya 300 mts al sur, aun conserva la esencia de la época dorada de los restaurantes campestres. La decoración es la que se espera, muchas plantas, techo de palma, cielo raso de bambú, diferentes ambientes, muchas mesas, música romántica, varios anexos productos del crecimiento para dar espacio a más comensales que imagino abarrotan el lugar los fines de semana familiares.
Ordenamos Costillas de Cerdo Fritas, que viene acompañadas de arroz, tostones y una sencilla, fresca y deliciosa ensalada. Las costillas estaban muy ricas, bien preparadas, con un ligero sabor achiote que me hizo recordar la cocina de mi mamá, de pronto, pequeñas cámaras de grasa, el gordito que llamamos tradicionalmente, dejaban escapar sabores atesorados en los recuerdos de mi infancia, sabores que suelen encontrarse en los pueblos, en donde las abuelas enseñaron a nuestras mamás a como cocinar. Pero en honor a la verdad, las costillas de cerdo fueron ampliamente opacadas por el Lomo de Costilla, una generosa porción de carne de res que armonizaba con más gracia y elegancia con las mismas guarniciones que el cerdo. El lomo de costilla aun olía a fogón, a parrilla, destilaba los últimos restos de sus jugos, que se confundían con el sabor a naranja agria con que fue preparado, el punto perfecto de sal, buen término y suavidad me tomó completamente por sorpresa. El esfuerzo para cortar cada bocado fue reducido a simplemente deslizar con suavidad el cuchillo sobre la carne, teniendo siempre la precaución de no rayar el plato.
En Campestre El Oasis encontré sabor a Domingo familiar, a bautizo de pueblo, me topé con el autentico asado nicaragüense, con la comida criolla y el chile encurtido que nunca falta en nuestras mesas.
Balance Financiero: 2 refrescos, 2 platos fuertes, y un empaque C$ 534, mucho mejor que pagar eso mismo por algunas malas imitaciones de comida extranjera.

Nota: Las críticas que el Comensal Urbano escribe se basan en la calidad de la comida, decoración del lugar y servicio, en estos aspectos el resturante antes mencionado esta muy bien valorado. Sin embargo a titulo personal, el escritor no regresará a campestre el Oasis, pues en su menú ofrecen campantemente carne y huevos de tortuga. Lamentablemente no lo vi antes de ordenar, pues en caso contrario me hubiese levantado e ido. Apoyen la campaña “Yo no como huevo de tortuga”.

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