Una señora lleva 11, otro señor 7 en la fila hay otro
más de 7 y atrás de él unas 15 personas esperan su turno. No, no están
regalando nada, esos son los vigorones que han pedido donde doña Teresa
Sánchez, “el vigorón de la abuela” como se le conoce aquí frente al hotelito
Kelly, por el centro comercial Managua, y esto que apenas llevo un minuto
sentado esperando que llegue mi “ servido con cacao”. No sé cómo empezar
esta entrevista, el movimiento es tan grande que me da pena interrumpir, le
digo que quiero entrevistarla, que a qué hora puedo regresar, ella se encoje de
hombros, a las 11:30 me dice … veo el reloj, apenas son las 8:30.
Doña Teresa es bajita, de lentes,
con brazos fuertes, tienen que serlo pues ella se encarga de servir los
frescos, “unos 200 al día” me comentaba más tarde, y para eso hay que quebrar
los enormes trozos de hielo. Un poco más adelante, montada en un banquito, está
doñaJuana Castellón, su cuñada, ella sirve los vigorones,
casi no levanta la vista, no puede, tiene que empacar 28 vigorones en solo 3
clientes, y la fila crece.
Empezamos hace más de 40 años, antes estábamos por la calle colón, allí empezó mi mamá, para el terremoto nos venimos para acá. – dijo por fin, cuando pudo sentarse, ya rayando las 12 del día.
Para doña Teresa el día no empieza ni termina, después de cerrar va para el mercado, al huembés o al oriental a buscar el chicharrón. – Unas 30 lbs – dice – yo misma lo escojo, chicharrón que esté tieso y bien pelado no.
Empezamos hace más de 40 años, antes estábamos por la calle colón, allí empezó mi mamá, para el terremoto nos venimos para acá. – dijo por fin, cuando pudo sentarse, ya rayando las 12 del día.
Para doña Teresa el día no empieza ni termina, después de cerrar va para el mercado, al huembés o al oriental a buscar el chicharrón. – Unas 30 lbs – dice – yo misma lo escojo, chicharrón que esté tieso y bien pelado no.
La ayudan su hija y la hija de su cuñada, ellas están pelando la yuca mientras sus madres están vendiendo. - dos sacos de yucas – dice doña Teresa.
Al llegar a su casa entre hacer las cuentas después cocer la yuca, hacer los frescos y la ensalada, fácilmente le da la media noche.
Sin embargo, la dureza del trabajo no hace mella en su buen humor, siempre esta sonriendo y los clientes habituales bromean con ella.
¿A 25 los vigorones verdad Teresa? – Le dijo un señor.
30 papito si ya sabés cuánto valen, estos no son vigorones solidarios – responde ella siguiendo la broma.
Me das 5 Teresa, me pones tres en una bolsa y dos en otra – dice otro señor.
Mmm ¿y esos otros dos? ¿Son para la otra casa? – Responde ella, - Ya te dije, relájate, pero no hagas relajo.
Así transcurre la mañana, un ajetreo constante entre risas, vigorones y frescos.
¿Te vas a lavar las manos muchachito? – le dice teresa a un señor, y este pone las manos sobre un balde mientras ella con una panita deja caer agua, igualito como cuando nos lavaban las manos de chiquitos.
Ya casi al medio día Teresa
anuncia - solo hay 20, a
ver contemos, cuantos llevas vos? Y vos cuantos?, hasta la muchacha de morado
llego, de allí no hay más.
La fila protesta, unos se van
acongojados, otros se quedan esperando que quizás sea un mal cálculo y que hayan
más de 20
- Véndame uno a mi - dice una señora que llegó tarde
Amor,
de donde?, ya no hay!!. –
Responde Teresa con un pesar auténtico - sentate
y vamos a ver si queda algo, pero no te prometo nada
Teresa hace lo mejor para
que sus clientes sean bien atendidos, desde escoger los mejores materiales,
limpiar las bancas donde comen uno al lado del otro, echar creolina en el piso
de vez en cuando, lavar las manos de los que se lo piden.
Hay otros vigorones en Managua,
Teresa lo sabe -Dicen que hay uno bueno por La Salle – me comenta ella – Dicen que hasta es hermana mía, yo
le digo a mis clientes que vayan y prueben, eso sí, que me las peguen pero que
no me dejen!!!!
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