jueves, 29 de septiembre de 2011

Pizzería e Trattoria Da Rachelle: La magia está en la cocina.

Siguiendo recomendaciones de “Los matadores”, un grupo de mis lectores, decidí ir cenar a Pizzería e Trattoria Da Rachelle, del km 14 de la carretera a Masaya, 200 mts hacia Ticuantepe.
Debo confesar que el lugar no era como pensaba, lo imaginé más sofisticado, con  elementos decorativos acordes a  la cocina mediterránea, música de ambiente, velas, flores y similares. Por el contrario, me topé con el porche de una casa,  fotos familiares en las paredes, sillas plásticas y manteles de cuadritos. También me encontré con mucho calor humano, con gente riendo y disfrutando su comida, con la gentileza de las meseras que te trataban no como a un cliente si no como a un amigo de antaño.
El lugar estaba abarrotado, así que apenas nos sentamos ordenamos Espagueti Amatricciana y Espagueti Saporiti. En ambos platillos la pasta estaba al “dente” y para nada aceitosa, lo que le permitió a ambas salsas adherirse a la misma en vez de escurrirse entre ella. La Amatriciana, una clásica italiana, logró con solo tres ingredientes cautivarme por completo, la acidez del tomate se conjugaba perfectamente bien con el sabor dulcete del bacon logrando un equilibrio que solo la cebolla caramelizada pudo enganchar a la perfección. La saporiti, un poco más audaz, mezcló magistralmente sabores ácidos, salados y neutros, a través de la combinación de aceitunas verdes y negras, con alcaparras, anchoas, ajo, aceite de oliva y el maravilloso tomate; fue muy placentero encontrarme con grandes trozos de ajo, en vez de los tradicionales trocitos, también lo fue darme cuenta que las anchoas no eran un ingrediente predominante, sino un elemento catalizador que vino a añadir trocitos de alegría a ese festín de sabores perfectamente equilibrados y complementados unos con otros.
Definitivamente Pizzeria e Trattoria Da Rachelle, es uno de esos lugares donde la magia pasa en la cocina,  se traslada al salón, de allí a los corazones y a las casas de sus comensales. Como dijo mi avatar en ratatouille, a Pizzeria Da Rachelle “regresaré con hambre de más”.
Balance financiero: Dos copas de vino, un espagueti Amatricciana y un espagueti Saporiti C$ 530.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Picadelly: De buen ver.


Las oportunidades de negocios es algo que los nicaragüenses no dejamos pasar, donde sea que haya una acumulación constante de  personas aparecerán los vendedores ambulantes de comidas, bebidas, cervezas y similares. De una forma parecida, los Buffet caseros han proliferado muy cerca de los edificios de oficinas, centros comerciales, zonas franca y donde sea que existan aglomeraciones. Uno de estos, Picadelly, de los semáforos de Invercasa 3 C. al lago ½ C. arriba, captó mi atención, por lo cercano con mis obligaciones laborales y por un logo muy bonito que me invitó a pasar.
El sitio cuenta con una decoración exquisita, cada elemento de la misma está colocado  justo donde debe estar, es en mi opinión, demasiado elegante para ser catalogado como buffet casero aunque  el concepto sea el mismo. Las señoras que están sirviendo la comida detrás de los chafings, siempre están con una hermosa sonrisa, ofreciéndote más y más opciones para tu almuerzo.
Definitivamente, en Picadelly,  tienen sus esfuerzos orientados a la limpieza, presentación del lugar y atención al cliente, no así a su comida. En los chafings la comida se miraba espectacular, presentados con una pulcritud y orden impecables, los diferentes platillos despertaban el apetito, aunque en los platos de los comensales la historia fue diferente.
Ordené Cerdo a la Plancha, Arroz chino y Puré de papas, ninguno de los anteriores logró satisfacer por completo a mi paladar, el cerdo no pudo integrarse con los condimentos que lo cubrían, y después del primer mordisco supe que lo único que lograría sería llenar mi estómago. El arroz chino, que si tenía buen sabor, se les ahumó y no pudo resarcir  las penas del cerdo, el puré de papas no agregó valor a la comida, por el contrario resto sabor y textura, pues estaba chirre y simple, bien pudo ser removido del plato y no se le extrañaría. Para finalizar, todos los platillos estaban fríos, imperdonable, si tomamos en cuenta que llegamos a las 12 en punto.
Balance financiero: Cerdo a la plancha, arroz chino, puré de papas y refresco C$ 135, el precio no está mal, pero definitivamente se come mejor en esos buffet populares, donde la comida está calientita, aunque la decoración no sea tan exquisita.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El Mondongo: Con sabor a pueblo.



Cuando pienso en sopa de Mondongo, pienso en Masatepe. También pienso en la manejada hasta allá y en el viaje de regreso con el estómago lleno y  deseoso de dormir una siesta. Es por esta razón que si no voy de pasajero, prefiero no ir.
Navegando por las redes sociales descubrí “El Mondongo”, un restaurante de comida típica Nicaragüense ubicado del hospital Vélez Paiz 5 C. arriba, detrás de los juzgados de Managua. La cercanía con mi casa me da la oportunidad de ir a comer y regresar justo antes de que se cierren mis ojos.
El lugar tiene la cualidad de transportarte inmediatamente al corredor de cualquier finca. El humo del fogón apenas entra en el salón, lo que genera una atmosfera rural. Las pequeñas esculturas de San Juan de Oriente que te acercan a los pueblos, las hamacas de Masaya que te invitan a tomar una siesta y una gigantona, de cualquier ciudad, pero nicaragüense sin duda, te reafirman que allí encontraras solo comida Nica.
Ordenamos Sopa de Mondongo, tortillas con cuajada y ron plata… para no perder la costumbre. Las tortillas; que delicia, tostaditas, crujientes, con aroma a leña, puestas al fogón para deleite de nuestro paladar.  Las cuajadas, súper frescas, listas para ser cortadas con la tortilla, y mezclarse en un bocado de placer.
La tortilla con cuajada fue el preludio de algo mejor, la sopa de mondongo, el especial de la casa. La sopa provocaba magia en el paladar, sus niveles de acidez y sal eran perfectos, no tuve necesidad de agregar el “chilito” tradicional. Estaba espesa, humeante, colorida y aromática. Las verduras,  en su punto, salvo la yuca que estaba un poquito dura, nada que un minuto más de fuego no podía arreglar,  y las “toallitas” sublimes, aunque me hicieron falta las “patitas”.
El servicio fue un poco lento, el lugar estaba lleno y creo que les faltaba personal, pero me sentí bien atendido. El ambiente fresco, la decoración, la gente, y sobre todo la comida, acaban de convertir  “El mondongo” en mi nuevo favorito de fin de semana.
Balance financiero: Una sopa de mondongo, una sopita de mondongo, dos tragos de Ron, y tortilla con cuajada C$ 195. Tener tanta tradición y sabor a pueblo, en el centro de Managua, no tiene precio.

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