La primera vez que trate de ir al
Mesón Real me encontraba de visita por León, pero lamentablemente escogí el día
de la semana en que ellos cerraban. Así que cuando en mis andanzas me topé con
ellos acá en Managua, varios años después, pensé que solo la providencia podía ser
la responsable de tan fortuito designio.
El restaurante es pequeño, íntimo
y confortable, con aires de elegancia
que se relajan gradualmente a medida que las mesas rústicas y los cuadros sin enmarcar
añaden cierto toque de informalidad sin perder por ello el encanto de un conjunto
bien pensado que evoca las tradicionales taskas españolas, en donde los aromas
se dejan llevar por todos sus ambientes, hasta finalmente perderse en una bella
terraza. El servicio es un tanto desordenado, pero trasluce una genuina vocación que necesita ser encaminada en la dirección correcta.
Los platos fuertes fueron Lenguado Rebosado y Camarones del Chef.
El lenguado estaba sensacional, cubierto en la cantidad precisa de pan y
especias, los trozos de tomate y cebolla sobre éste combinaban perfectamente
con su sabor suave y delicado, creando así una experiencia llena de sensaciones
sutiles pero bien marcadas. Lo acompañaba una poco pretensiosa pero sublime
ensalada de tomate, cebolla y rúcula, cuyo sabor astringente era el complemento
perfecto para el platillo.
Los Camarones del Chef estaban presentados
sobre tostones de yuca, con un ligero toque de chile en polvo y limón. Una combinación
de sabores muy audaz y original que se quedó corta en su ejecución: los
camarones estaban recocidos y nadando en el aceite donde se frió la yuca, lo que
dejaba sentir un ligero sabor a quemado, para nada agradable. El que pudo ser
el mejor platillo de la velada, se convirtió en una triste desilusión.
Mi visita al Mesón Real está
marcada por los altibajos, tanto en el servicio como en su cocina. Tardaron en
tomarnos la orden, los platillos tardaron en salir, los meseros no sabían de
las promociones, sin embargo, afrontaron adecuadamente la adversidad cuando devolví
el platillo y había una franca preocupación por la buena atención, sin terminar
de atinarle de una buena vez. Es un restaurante con mucho potencial, que
pienso, debe replantear sus procedimientos pues se encuentra a pocos pasos de
la excelencia de la que hacen alarde.
Balance financiero: Un lenguado rebosado, unos camarones del chef y dos copas de sangría C$ 1,133.75
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