Muy pronto el comensal urbano se mudará de este espacio
donde ha hecho tan buenos amigos, como buenos adversarios, a su propio domino
en la web. Allí tendremos, además de las acostumbradas críticas a restaurantes,
algunos comentarios sobre cafeterías y bares, así como secciones diferentes, en
las que me permitiré escribir sobre gastronomía sin mencionar un lugar específico,
tal como es este caso.
Estuve este domingo en la tercera competencia nacional de
comidas navideñas organizada por el Intur, en la que 17 delegaciones de los 15
departamentos y de las 2 regiones autónomas se dieron cita para competir no
solo por el premio en efectivo, sino también por la satisfacción de ser el
mejor cocinero de comida tradicional navideña del país.
El jurado estaba
compuesto por los chefs anfitriones de los programas de cocinas de cada uno de
los canales de televisión, personas con la que nos sentimos identificados, pues
los seguimos en sus programas y de una u otra manera los conocemos. Supongo que
esta decisión del Intur era, además de contar con profesionales capacitados,
para infundir en los competidores una sensación de confianza y familiaridad, pues
las caras de nerviosismo de los cocineros se desvanecieron apenas los chefs se
acercaron de forma jovial a conversar con ellos sobre lo que tenían en mente
para preparar.
Las delegaciones arreglaron sus puestos de trabajos de
formas muy originales, algunos hasta se vistieron acorde a la época, otros
optaron por la sencillez y la funcionalidad de los espacios. Debo mencionar que
ninguno de los participantes era profesional de la cocina, eran personas
comunes y corrientes con un talento particular y con mucho amor para dar, amor
que se reflejaba en la pasión y el esmero con el que se entregaron a la
elaboración de los platillos. Como los representantes de Managua quienes
magistralmente cocieron con aguja e hilo su delicioso lomo relleno, o la señora
de Madriz quien con una jeringa literalmente inyectaba sabor a su chompipe.
El ambiente fue maravillosamente festivo, muy ordenado. Los
presentes nos deleitamos con elaboradas presentaciones culturales, que incluían,
una pastorela adaptada al escenario Nicaragüense, bailes folclóricos,
animaciones relacionadas a la cultura del país y a su geografía. Una verdadera
fiesta gastronómica-cultural que tenía el objetivo de remarcarnos lo bella y
diversa que es nuestra patria.
Después de casi 4 horas de música, bailes, aromas,
colores y risas, y después de que los jueces se pasearan por los puestos de
trabajo probando los 17 platillos concursantes, los cocineros empezaron a
repartirlos entre los asistentes al evento. Por poco me voy sin probar alguno,
pues le ganaba la pena al deseo de probar lo rica que es nuestra cocina. Pero
dado que no podía escribir este artículo sin probar la comida y que me debo a
mis lectores, me inmiscuí entre la gente y probé los platillos de las
delegaciones de Granada, Madriz, Boaco, y Raas. No podría decirles cual era más
rico, pues además de variados, cada uno tenía ese toque particular que los
hacía únicos.
Los premios fueron, en tercer lugar Nueva Segovia con
Gallina rellena, segundo lugar las bellas chontaleñas con un lomo relleno y en
primer lugar Estelí con Gallina capeada. Aunque los verdaderos ganadores fuimos
los asistentes, que salimos de allí con la barriga llena, el corazón contento
y orgullosos de ser Nicaragüenses.
Balance financiero: cero
córdobas con cero centavos.